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El cultivo del olivar como ejemplo de espacio agrícola biodiverso y sostenible

Cuando se habla del cultivo del olivar, nuestra mirada y nuestros pensamientos se suelen dirigir hacia el impresionante esmero de todo un sector, como es el oleícola, por aunar tradición y vanguardia en un producto único, o hacia el papel estratégico que representan nuestros aceites de oliva, y muy especialmente en el caso de los aceites de oliva virgen extra, para mostrar dentro y fuera de nuestras fronteras que el trabajo bien hecho en ocasiones obtiene el resultado que merece.

Pero quizás uno de los aspectos que hace aún más envidiable esta labor reside en el hecho de que todo este proceso se lleva a cabo en una de las actividades agrícolas que mayor implicación muestra hacia la sostenibilidad y el respeto del medio ambiente.

En este sentido, no solo es indispensable destacar que, según el Consejo Oleícola Internacional, el sector relacionado con el cultivo del olivar y la producción y comercialización de Aceites de Oliva Virgen Extra puede presumir de contar con una ‘huella de carbono negativa’, o dicho de otro modo para evitar confusiones, absorbe más carbono y otros gases de Efecto Invernadero de la atmósfera de los que genera, en una impresionante proporción media de 1,5 kilos de CO2 por cada litro de aceite producido frente a los 11,5 que consigue ‘retirar de la circulación’.

También es preciso incidir en un aspecto quizás más desconocido, pero igual de importante o más si cabe que el anterior, como es el hecho de que las más de 2,5 millones de hectáreas dedicadas al cultivo del olivar en nuestro país son también el refugio de una extraordinaria biodiversidad, conformando un ecosistema en el que conviven multitud de especies vegetales, de insectos polinizadores, pequeños mamíferos y aves, en una armonía más que apreciable y, por qué no decirlo, envidiable dentro del ámbito agrícola.

En más de una ocasión se ha achacado a este sector, por sus propias características, su carácter de monocultivo, lo cual es innegable ya que para que un olivo comience a ofrecer un rendimiento óptimo requiere de años, e incluso décadas en el caso de nuevas plantaciones, de arduo trabajo y espera.

Sin embargo, es igualmente de justicia reconocer que este inmenso bosque de hileras rectas, creado por el ser humano, también contribuye a favorecer nuestra cohabitación con multitud de especies, constituyendo un auténtico ejemplo de espacio agrícola biodiverso, sostenible y beneficioso para todos.