Aunque la cultura del olivar en nuestro país se suele asociar, a primera vista, a regiones como Andalucía, Castilla La Mancha y Extremadura, esto no implica, en modo alguno, que otras zonas geográficas de nuestro país cuenten con una riqueza de variedades autóctonas igualmente dignas de reconocimiento.
Este es el caso, por ejemplo, del territorio conformado por La Rioja y la Comunidad Foral de Navarra, que tradicionalmente se ha asociado, por razones obvias, al cultivo vitivinícola, pero que también ofrece un notable patrimonio olivarero que es imprescindible reconocer, a partir de la mención de las variedades autóctonas sobre las que vamos a profundizar a continuación.
Variedad Redondilla o Redondal
Se trata sin duda de la variedad autóctona de olivar más representativa de la comunidad autónoma de La Rioja, hasta el punto de ser conocida también como Redondilla de Logroño.
Su íntima relación con este territorio explica que los aceites de oliva virgen extra procedentes de La Rioja se suelan asociar a sus matices y notas diferenciales, marcados por su equilibrio considerable entre reminiscencias amargas, picantes y dulces.
Royuela o Arróniz
La doble denominación de esta variedad autóctona de olivar responde principalmente a la ubicación geográfica en la que se encuentre, ya que se suele nombrar como royuela en tierras riojanas y arróniz si su plantación se encuentra en la Rioja Alavesa y en los límites de la Comunidad Foral de Navarra, donde se sitúa la localidad de la que recibe su nombre.
Son olivos que destacan por su considerable resistencia al frío y que ofrecen un fruto del que se elaboran aceites de oliva virgen extra ligeramente frutados y muy apreciados en gastronomía por sus notas iniciales amargas en boca y su aparición gradual posterior de reminiscencias amargas.
Machón
A pesar de su actual presencia minoritaria en la comunidad autónoma de La Rioja, y su estrecha relación con otras variedades próximas, como la Royal de Calatayud, goza de una más que arraigada tradición histórica en este territorio.
Su incorporación en la elaboración de aceites de oliva virgen extra, principalmente de forma conjunta con otras variedades para el desarrollo de coupages, se justifica sobradamente por su capacidad para aportar unos marcados y, a su vez, muy equilibrados matices dulces, amargos y picantes.